Casting: Anna

Decían que estaba loca, que tenía esquizofrenia, que había creado un cuadro psicótico depués de que la salud de papá empeoró. Decían, decían, decían. Sin embargo nadie me oía, sólo me escuchaban o aparentaban hacerlo. Me trataban como una lunática, llenándome de pastillas creyendo que así los dejaría de escuchar, pero los murmullos jamás se iban, siempre me acompañaban. Recuerdo la primera vez que los escuché, el mensaje fue tan claro y preciso que salté de mi cama asustada "Dean Winchester está vivo" De inmediato me pregunté quién era Dean Winchester y hasta hoy aún me lo pregunto. Al principio pensé que era alguna mala pasada de mi mente o el nombre de alguna persona de la que había escrito, pero cuando revisé mis notas he hice preguntas supe que no era nadie que pude haber conocido.

Las voces siguieron sin cesar, cada vez que se hacían presente quedaba en un estado de ensimismamiento que podía durar horas. No pasó mucho tiempo cuando empecé a creer que me estaba volviendo loca; las voces hablaban de demonios y del apocalipsis, de sellos que eran rotos y de la necesidad de proteger los que quedaban. Al nombre de Dean se le sumó Sam, su hermano un joven que no era muy querido por algunas de las voces que resonaban en mi cabeza. Era tanta la información que me hice de un cuaderno en donde plasmaba cada cosa que decían y que ocurrían. Porque sus voces a veces venían acompañadas de imagenes, o tal vez era mi mente la que dejaba volar la imaginación y creaba escenarios a partir de lo que oía.

Mis padres estaban asustados, pero yo ya había perdido el miedo. Cada vez estaba más convencida de que lo que oía era real y no una invención de mi cabeza, no podía inventarme algo tan bueno y complejo como aquello; además estaban los ángeles, podía reconocer uno que otro nombre de la biblia y de los discursos que daba mi padre en misa. Y no es que me hubiese convertido en una fanática religiosa, no. Sólo sentía una extraña comodidad, un extraño sentido de pertenencia cuando los escuchaba. Era todo tan complejo. Pronto me sentí en la "obligación" de avisar a todo el que pudiera de que viviera su vida al cien por ciento, de que disfrutara el día a día y fuese feliz, porque el fin estaba más cerca de lo que ellos podían imaginar y esperar.