Okey... ¡Esta cosa estaba desolada! ¿Tú qué haces aquí, Quidditch Boy? -Oliver-

Al fin y al cabo había cumplido con lo que me había propuesto. Volver a Hogwarts. Era extraño, una vez había soñado con que paseaba por los pasillos de ésta escuela y que estaría tal y como está ahora. Entonces verla así en literal, se me hacía casi chocante. Pero no me dolía, la verdad que ni me importaba verlo así. Había sido tan cercana a Dumbledore, como al Señor Tenebroso, y no me dolía saber que ya no estaban aquí. Era como estaba destinado a suceder después de todo. Sólo un gran imbécil no lo aceptaría. Harry Potter no lo aceptó por ejemplo, y tan bien que le gustaba lucir que era 'El elegido'. Y ahora pienso, ¿de verdad acabo de perder tiempo hablando en Potter? Menuda manera de caer bajo.

Todo últimamente era raro... Pero más raro aún fue cuando llegué a la Torre de Gryffindor. No estaba sola, había otro chico. Algunas veces había oído hablar de él, mis compañeros de casa les tiraban mierda siempre. Aparecían en algunos periódicos... o eso creo. Hablo en plural, sumando a Doyle a la lista. Su esposa... ¿O novia? Una cerebrito de Ravenclaw... Ah ¡no! Perdón, Hufflepuff. Nunca me enteré de la historia de la pareja, lo habría hecho si algún por ciento de mi mente hubiera prestado atención a ellos por algún cuarto de segundo. Sólo sabía que el chico tenía una obsesión intensa por el Quidditch y que si bromeabas sobre eso podías salir herido. Casi me hacía reír, ¿ése cabeza de músculos mal trabajados se atrevería a tocarme? ¿Se las quería ver con los mortífagos, con cada serpiente a la cuál se topara? Pff.

No soy quién para hablar de sentido de humor, pero las obsesiones por cosas tan patéticas es para decir lo mismo, ¡PATÉTICO! Me acerqué a donde estaba él, aunque manteniendo unos metros de distancia, no me interesaba una conversación nostálgica. Mi fin era saber qué hacía ahí y quién lo había enviado.

Era raro volver a Hogwarts, me impactaba ver como estaba el lugar, todo destruido y devastado. Además de eso era increíble como en tan poco tiempo me había alejado tanto, hasta incluso desconocer por completo todo lo que sucedía, principalmente con el tema de las guerras de Hogwarts.

No venía con ningún propósito, salvo ver el lugar y poder verificar lo que me habían contado, quería verlo con mis propios ojos. Era aún más demoledor ver la casa, sí, ver Gryffindor, la casa en la que había estado tantísimos años.

Estaba en una de las habitaciones, y si no fuera porque recordaba todo de memoria no podría haber reconocido varios lugares, con muchas murallas abajo, partes de techos venidos abajo también, pisos rotos...
Decidí abandonar la habitación y salir al pasillo, caminando con la vista abajo para así no tropezar con nada de los restos que estaban en el piso. Mirando alrededor una vez más antes de dar el último paso me di cuenta que no estaba solo, cerca a unos pocos metros se encontraba una de las chicas que pertenecía a Slytherin, de inmediato pude reconocer y recordar a la casa en que pertenecía, reconocí su cara perfectamente.
Eso sí, hice un esfuerzo por acordarme de su nombre pero nada, solo sabía que su apellido era Mongiello... Mongiello. Después de todo el apellido en clases era lo que más mencionaban.
Una chica para nada bajo perfil, aunque nunca había tenido nada que ver ni con ella ni con sus amigos o grupo, no la conocía muy bien pero a simple vista no era de esas chicas simpáticas o al menos no conocía esa faceta suya.
Fruncí el ceño..y me pregunté ¿Qué hacía acá?
Sabía que tenía tanto derecho como yo a venir a echar un ojo pero me resultaba curioso. Aunque no le quería preguntar, no tenía intenciones de hablarle pero no me fui porque se empezó a acercar. Me quedé en donde estaba, la esperaría a ver si buscaba algo, ver si quería algo.

No fue mucho lo que se tardó el niño Quidditch en darse cuenta de mi presencia. Cuando lo hizo se quedó mirándome tipo, ‘¿quién mierda eres?’ Y al final pareció responder su inquietud, pero no del todo. Eso todo lo revelaba su expresión, que para un ojo inútil, y despistado, no decía nada. Yo me había convertido en una persona bastante observadora y buena deduciendo desde niña, por intuición e instinto. Orlando… Perdón, Oliver no dijo nada, pero seguramente notó que yo me acercaba a él y como “buenas” y “nobles” personas que son los Gryffindor, seguro quería ver si se me ofrecía algo. No me tomaba tiempo pensar en qué decir, sino que las palabras fluían solas de mis labios, atravesándolos como un simple sonido, convirtiéndose esta en mi voz con la cual muchas veces llevaba el mundo arriba y abajo, revolviéndolo, impacientándolo, desesperándolo.

Mantuve la vista firme en alto, pero no miraba al chico directamente a los ojos, más bien, miraba todo lo que había detrás de él, hasta que por fin detuve mi mirada para posarla en sus ojos directamente. Esbocé la huella de una sonrisa, siendo esta una sonrisa fría, inexpresiva, pero era sólo el esbozo de una, yo rara vez sonreía de verdad, más aún que esta era sólo la huella de aquella sonrisa que alguna vez en Hogwarts yo siempre usaría, doblé mis labios y luego la sonrisa se deshizo de mis labios como si jamás hubiera existido; ~Es… Ciertamente nostálgico, dos antiguos estudiantes reunidos aquí, ambos por distintas motivaciones.~ Comencé a decir mientras ya me encontraba a un metro de distancia de él, deteniéndome en seco. ~Tú eres Oliver Woods… O creo que sin la ‘s’ del final.~ Solté una risita. No era burlona, no de verdad que no, pero tampoco era una risa amigable, simpática.

Me terminé de acercar a él, estirando mi mano hacia él para poder estrecharla, esperaba que le quedara un poco de clase y correspondiera, debía agradecer que yo fuera educada con él, pude haber hace rato sacado mi varita y con dos palabras, haberlo dejado caído ahí, sin nadie que recogiera su cadáver. ~No espero que me recuerdes. Adara Mongiello, de la casa Slytherin.~ Presentarme por la casa Slytherin, no era molesto, tampoco mi máximo orgullo.

Bajé las escaleras del centro, a los lados proporcionaba asientos, era la torre de Slytherin, la torre del mirador para el Quidditch. Bajé hasta llegar a la baranda, apoyando mis manos ahí, mirando el campo, los arcos, todo eso devastado. ~¿No te da rabia haber sido raramente excluido de las guerras? O… ¿Saber que acá nunca jugarás Quidditch otra vez porque Hogwarts fue destruido por mortífagos, Voldemort y magos oscuros, y pensar que tú no pudiste hacer nada por defender lo que tú creías correcto?~ Pues lo cierto es que yo sabía más de su exclusión que él mismo. Dumbledore siempre confió en lo que yo tenía para proponerle, y esta vez no fue la excepción. Tal vez ahora yo misma se lo diría, pero no había sido el único excluido por mi culpa, no… Muchos habían tenido que irse de por donde quiera que habían salido. Eleanor Doyle, otra de ellos. Xavier Montgomery, y tantos otros más que ni siquiera tenían idea de esto. Aguardé en calma, poco a poco él mismo iría sonsacando la verdad, y cuando eso sucediera yo tendría que apretar con fuerza mi varita. Me habían dicho que el chico era bastante agresivo, sobretodo si hablabas del Quidditch, o de Doyle.